El decano de Teología inaugura el curso del Instituto Teológico de Vida Religiosa

El decano de la Facultad de Teología, Román Á. Pardo Manrique, pronunció la lección inaugural del curso 2025-2026 del Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR) y de la Escuela ‘Regina Apostolorum’, en un acto en el que estuvo acompañado por el P. Antonio Bellella, director del Instituto; y por el P. Adolfo Lamata, quien habló en nombre del presidente del ITVR, P. Mathew Vattamattam, General de los Misioneros Claretianos (2 de octubre).

En la inauguración, el P. Adolfo Lamata tomó la palabra en nombre del presidente del ITVR, P. Mathew Vattamattam, animando a los asistentes a vivir con seriedad y profundidad el nuevo curso. “Los Misioneros Claretianos continuamos nuestro caminar junto a las comunidades de vida consagrada, con el deseo de estar a su lado. Como siempre que se inicia un curso académico nos abrimos a la novedad esperanzada e ilusionante del pensamiento y el aprendizaje, pero también a lanzar la mirada a un universo de conocimientos que nacen del caminar de la historia y del saber destilado a lo largo del tiempo”, expresó el misionero invitando a vivir con pasión un nuevo curso de crecimiento, de descubrimientos y de contribuciones significativas en el desarrollo personal y vocacional.

 

A continuación, el decano de la Facultad de Teología, Román Á. Pardo Manrique, pronunció la lección, titulada ‘Las encrucijadas que el mundo actual presenta a la ética teológica: glosas a la excelencia de la vida religiosa’. Pardo Manrique comenzó con una advertencia preliminar, referida al cambio de época “que ya se ha producido”. “Ciertamente el mundo ha cambiado de paradigma, y no podemos decir: ‘¡peor para él, porque nosotros no!’ Un razonamiento así, sencillamente, no es verdad. Nosotros formamos parte de ese paradigma”, comenzó el profesor.

 

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“La sociedad de nuestro hoy se puede definir de muchas maneras: sociedad líquida, como sugiriera Z. Bauman; de la decepción, como apunta Lipovetsky; emotivista, si seguimos las claves de MacIntyre; del desconocimiento, al modo que la nombra D. Innerarity; o incluso del cansancio, como la define Byung-Chul Han… Pero posiblemente lo que mejor la define es su complejidad, su ser fragmentaria y conflictiva, por eso nos toca algo que debiéramos ya haber hecho: ser centinelas en constante estado de excepción”, proseguía el profesor. “Centinelas, vírgenes prudentes, siervos esperando a su señor… Siempre ofreciendo la riqueza de la Iglesia que no se puede comprar, el don de sí mismo”, animaba.

 

Seguidamente, el profesor Pardo Manrique advertía que este cambio “nos ha pillado siendo también nosotros muy individualistas, autosuficientes, complejos y hemipléjicos. A lo mejor porque hemos primado la poiesis a la praxis, lo exterior a ser expresión de esa plenitud que antes se llamaba, equívocamente, vida perfecta”, abundaba no sin cierta ironía. Y en este sentido, “a los religiosos os pedimos que hagáis presente desde vuestra consagración, comunión y misión los cuatro principios de Doctrina Social de la Iglesia que nos recordaba el papa Francisco y que no debiéramos nunca olvidar para presentar una verdadera unidad en la diversidad”.

 

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Enumerándolos, el profesor comenzó por reclamar, sobre todo, a los monasterios y conventos contemplativos, “que nos enseñen a descubrir la diferencia entre lo sustantivo y lo accidental, entre lo que es urgente, pero no es necesario; la unidad, frente al conflicto; es decir, verdaderas comunidades de hermanos en un mismo carisma y vocación”. El tercer punto fue recordar que “la realidad es más importante que la idea, sacando adelante, sin renunciar los principios evangélicos, tantas realidades e instituciones que caen sobre vuestros hombros”. Para finalizar recordando que “el todo es mayor que la parte”.

 

A continuación, el decano de Teología se centró en los cuatro límites de la encrucijada que el mundo actual presenta a la ética teológica. El primero de ellos es el tema de la Verdad, “y más en concreto de la verdad práctica y ética en medio de la pluralidad”. Respecto de este apartado, Pardo Manrique resolvió que “como religiosos debemos seguir anunciando a Cristo Jesús”, y citando a san Pablo continuaba explicando que “Él seguirá siendo escándalo para los judíos, necedad para los paganos, pero para nosotros sabiduría de Dios”. 

 

La segunda encrucijada quedó cifrada en los límites de la condición humana, es decir, “en una antropología moral que se abra paso entre los dualismos individualidad-comunión y libertad-uniformidad. Trabajemos a favor de una Iglesia donde el raciocinio no quede ahogado en la predicación, ni la lógica sea sustituida por la ideología”. La tercera encrucijada se enmarcó en los conceptos de biopolítica y bioética. “En todos estos ámbitos debe estar presente la vida religiosa, porque vuestra peculiar forma de vida no es fuga mundi, sino llevar en nuestras manos la ofrenda de este mundo”. En último lugar, recordó para la cuarta encrucijada que “Dios ha de situarse en el centro de la cuestión moral”.

 

Para finalizar, el decano de Teología planteó el papel de la vida religiosa en el mundo evocando unas hermosas palabras de san Pablo VI de la exhortación Evangelii Nuntiandi en su número 21, que a su vez quedaron resumidas en su explicación posterior: “La responsabilidad de los cristianos es aceptar unos valores a los que se llega por la razón, pero que, a su vez, han sido también sellados y convalidados por la fe cristiana. Y vivirlos generosamente, sin tratar de imponerlos, pero dando un testimonio alegre, demostrando que esto es lo que de verdad les hace felices, de tal forma que si un día alguien les preguntase: ¿Y vosotros, por qué hacéis esto?, ojalá sean capaces de responder que es el Señor quien lo ha hecho, y es una obra admirable a nuestros ojos”.

 

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Posteriormente, el director del ITVR, Antonio Bellella, subrayaba la importancia y el legado acumulado en forma de tradición académica y destacaba el valor que supone “seguir proponiendo un proceso de aprendizaje que atienda a las reclamaciones del rico tiempo que nos toca vivir”. “Utilizando el lenguaje informático,  con cada curso nuestro Instituto se reinicia, se reconfigura, se ve emplazado a instalar programas nuevos y revisa el sistema. Todo con el fin de servir más y mejor a las personas consagradas, sosteniendo el intento de seguir estudiando las características de nuestra forma de vida cristiana, entrando en diálogo intelectual con nuestra tradición y con la cultura actual”, explicaba el religioso claretiano.

 

Finalizó el acto con las palabras del P. Antonio Bellella, que invitaba a la comunidad educativa del ITVR-ERA a iniciar este curso con palabras sustanciosas y significativas: “Al principio de este curso, nuestra propuesta de trabajo quiere ser un voto de confianza, una apuesta tan analítica como cordial por el seguir pensando la teología de la vida consagrada; tan serena como apasionada al tiempo que nos toca vivir; tan abierta al pasado como atenta al porvenir, ofreciendo herramientas que respondan con la firmeza del pensamiento y con los pies asentados en el mar de la realidad que nos circunda”. “Este año seguimos subrayando tres elementos; nuestro compromiso de caminar al ritmo de toda la Iglesia, la atención diversificada a la pluralidad de las vocaciones a la vida consagrada y el acercamiento reflexivo a los problemas concretos de las comunidades de vida consagrada y sus miembros”, concluyó el director.