José María Rodríguez-Veleiro: “La alegría es el motor de la vida del cristiano”

Sabe que los canonistas tienen fama de ser personas serias y distantes y, pese a que defiende un trabajo arduo y exquisito, apuesta por añadir “una pizca” de alegría y empatía a los procesos en los que se involucra. José María Rodríguez-Veleiro, natural de O Carballiño (Ourense), profesor de la Facultad de Derecho Canónico y vicario General de la Diócesis de Ciudad Rodrigo, tiene muy claro su servicio a los fieles y la función determinante que ejerce el Derecho Canónico para crear comunidad y ordenar la vida de la Iglesia. Es aficionado al arte y a la música -donde, como buen gallego, la gaita ocupa un lugar destacado entre sus preferencias-, detesta la incoherencia y valora la humildad, valor que predica con el ejemplo, especialmente cuando está cerca de su gente.

Pregunta (P): Siempre que pensamos en el ejercicio del Derecho Canónico nos trasladamos a cuestiones de nulidad matrimonial. ¿En qué otros aspectos cotidianos del día a día se necesita recurrir a este código legal?

 

Respuesta (R): El Derecho Canónico, al igual que sucede a nivel social en el Derecho Civil, recoge la vida de la Iglesia porque, cuando vivimos en comunidad, tenemos que disponer de una organización y un ordenamiento para respetarnos mutuamente y promocionarnos unos a los otros.

 

Quizá, lo más sonado del Derecho Canónico sean las nulidades matrimoniales, pero cualquier aspecto de la vida ordinaria de la Iglesia -como recibir los sacramentos, conocer los requisitos para acceder a ellos, saber quiénes pueden dispensarlos, o cuestiones tan prácticas como ser padrino o madrina de bautismo o de confirmación- tiene unos requisitos que deben ser exactamente iguales para toda la Iglesia y que aparecen regulados en el Código. 

 

Los oficios, los cargos de responsabilidad en la vida de la Iglesia, la evangelización, la defensa de los derechos, su vulneración o el incumplimiento de una obligación se canalizan a través del Derecho en un proceso canónico para reestablecer y ordenar la vida eclesiástica diaria. No todo está en el Código, pero nos da pautas para poner en valor las potencialidades de la vida de la Iglesia y las capacidades de los que formamos parte de ella.

 

(P): Se habla mucho de la importancia del proceso sinodal para una mejor evangelización. ¿Qué función cumple el Derecho Canónico en este ámbito?

 

(R): La función del Derecho Canónico es primordial porque asienta las bases del inicio del camino sinodal e indica cómo tiene que realizarse y hacia dónde se dirige.

 

Primero, porque el Código establece como vinculante un principio que ya reconoce el Concilio Vaticano II -a su vez derivado de la Doctrina Social de la Iglesia y, por consiguiente, del Evangelio, que es la raíz del ordenamiento Canónico- cuando establece una verdadera igualdad de los fieles en cuanto a la dignidad y a la acción. Esto se traduce en que nadie es menos que nadie y, para iniciar cualquier proceso sinodal, tenemos que saber que partimos de esa igualdad básica.

 

Y, en segundo lugar, el Código aporta mucho al camino sinodal porque identifica los derechos y las obligaciones de cada uno. Si tenemos claro eso, sabremos con quién vamos a trabajar, cuál es la misión de cada uno en la vida de la Iglesia, el respeto que le debo al que está a mi lado y la predisposición para poner todo lo que esté de mi parte en la complementariedad y unidad en la vida de la Iglesia, lo cual derivará, como fin último, en la salvación de las almas.

 

(P): Usted es vicario General de la Diócesis de Ciudad Rodrigo y responsable de varias parroquias de esa misma área, ¿en qué cuestiones habría que mejorar el ejercicio pastoral para tener un mayor acercamiento a los fieles?

 

(R): Principalmente, en profundizar en la idea de que somos servidores, partiendo de la premisa de que todos somos igualmente dignos, somos hijos de Dios y que, en el caso de los pastores, nos deberíamos considerar los últimos de la cadena. Sin los fieles, el pueblo de Dios no tendría razón de ser, por lo tanto, estamos para servir y eso nos permitirá entregarnos más, si cabe, a nuestro ministerio.

 

En este sentido, actualmente percibo dos factores: la falta de entrega con todas las ganas y la obligación de escapar de la tentación de considerarnos funcionarios. Los pastores no deberíamos tener horarios -evidentemente, sí que hay que cuidar tu vida personal, tu intimidad y tu tiempo de descanso-, pero eso nunca debe primar ante la entrega a los demás. Y desde ahí, profundizar en la acogida a los fieles, que debemos cuidar.

 

Dicha acogida debería ser incondicional porque ese es el modelo de Jesús, al igual que la escucha, que muchas veces vamos con respuestas ya aprendidas o con prejuicios. Nuestra Iglesia necesita la empatía con el otro, ponernos en su lugar e intentar entenderle porque eso era lo que hacía Jesús y todo ello teñido siempre por la alegría. Nuestra razón de ser es el Evangelio y, desde él, se muestra cómo la alegría es el motor de la vida del cristiano, sabiendo a quién tenemos detrás, a qué nos dedicamos y qué es lo que buscamos. Creo que si a todo le ponemos un poquito más de alegría, cambiaría completamente nuestra pastoral, nuestra Iglesia y, por supuesto, nosotros mismos.

 

(P): ¿Cuáles son las salidas profesionales para los titulados en Derecho Canónico?

 

(R): Todas las salidas van a tener que ver con la vida de la Iglesia. Como se indicaba antes, los procesos de nulidad matrimonial conllevan una preparación en el proceso y en el matrimonio canónico. En torno a este proceso siempre se requerirán unos tribunales eclesiásticos, que pueden ser específicos para nulidades matrimoniales o para otras causas de la Iglesia, y unos jueces, que tienen que poseer, obviamente, la formación canónica. Además, tanto los vicarios judiciales, los jueces de los tribunales, los notarios y auditores en los tribunales o todo el personal que interviene en la causa tiene que estar dotado de esa formación canónica. A ello, le unimos los profesionales de la abogacía, porque dentro de estos procesos canónicos siempre hay la figura del patrono o del abogado que tiene que velar por los intereses de ambas partes y, aunque asuman la intervención desde el ámbito civil, para este tipo de procesos se les recomienda tener una formación canónica. 

 

Por otra parte, también se demanda formación en el ámbito de la organización interna de las diócesis, por ejemplo, en los oficios de la Curia: desde el vicario general, el vicario judicial, el secretario o secretaria canciller general del Obispado -que también es un cargo de perfil canónico-, los notarios de la Curia, el mismo ecónomo o ecónoma de las diócesis, los gestores del patrimonio… En todos estos casos, y siempre que sea dentro del ámbito específico de la Iglesia, la formación canónica siempre tendrá salida.

 

(P): ¿Qué consejo daría a aquellos alumnos que están pensando en estudiar Derecho Canónico en la UPSA?

 

(R): Que no lo duden porque es una Facultad muy familiar y el ambiente -por lo que cuentan los profesores y los alumnos- es cercano y bastante alegre. A veces, podemos parecer muy serios o muy formales que, por supuesto, lo somos, pero siempre ponemos esa pizca de alegría porque el Derecho, tanto el eclesiástico como el civil, abre el horizonte a toda la realidad de la vida.

 

En concreto, en el ámbito del Canónico, acercarte al Código te permite ver las perspectivas de muchas realidades de la vida de la Iglesia que no se conocen, el porqué de muchas cuestiones, de instituciones o de normas que, desde fuera, no se entienden. Es ahí donde, al abrirse al estudio del Derecho Canónico, se amplía el horizonte eclesial y, al mismo tiempo, se asume la vida diaria de la Iglesia como un servicio para defender y proteger los derechos de los fieles, así como para exigir responsabilidades cuando alguien no cumple con sus obligaciones. 

 

Por lo tanto, el que quiera estudiar Derecho Canónico, que no lo dude porque va a ser una experiencia muy enriquecedora.