Luis Santamaría: “Es urgente la formación, enseñar a usar la razón, proporcionar criterios éticos y enseñar a distinguir la verdad de la mentira”

Luis Santamaría es uno de los mayores expertos en sectas que hay en España. Estudió Teología en la UPSA y desde hace más de dos décadas dedica gran parte de su tiempo a la investigación y divulgación del fenómeno de las sectas. A Luis, le gusta leer, pasear y ver series. Y para ser feliz solo necesita sentir el amor de Dios, ver la sonrisa de su mujer y saber que ha hecho algo de provecho para el mundo. Nunca ha pertenecido a una secta, pero asegura no bajar la guardia, por si acaso.

Pregunta (P): ¿En qué momento se le ocurre aportar luz en un mundo que suele ser oscuro, como es el de las sectas? ¿Por qué surge su interés en este ámbito?

(R): Cuando les digo a mis alumnos que la adolescencia es una etapa apasionante y que determina el futuro, lo digo con conocimiento de causa. Comencé a interesarme por este tema cuando cursaba 4º de ESO, gracias a un trabajo que hicimos en grupo para la asignatura de Ética sobre el fenómeno sectario. Entonces, vi una gran necesidad de estudio, profundización y clarificación. Y, junto a este desafío intelectual, descubrí paulatinamente el sufrimiento de sus víctimas. 

 

(P): El término ‘secta’ tiene una connotación fuertemente religiosa desde el siglo XIX, pero el sectarismo afecta también a otros ámbitos.

(R): Se trata de una realidad contradictoria porque, por un lado, toda secta acaba arraigando en lo más profundo de la persona, en lo que tiene que ver con el sentido de la vida, la cosmovisión, los afectos… y por eso debemos contemplar su componente religioso. Pero, por otro lado, hay que tener cuidado: no todas las sectas tienen una apariencia o ni siquiera un contenido estrictamente religioso. De hecho, las que hoy consiguen mayor éxito son las relacionadas con la meditación, crecimiento personal, autoayuda, autoconocimiento, terapias, etc. Me preocupan especialmente los grupos (grandes y pequeños) que predican el origen emocional de las enfermedades o que aseguran la sanación espiritual o energética, por las consecuencias gravísimas que pueden tener o los que pretenden ayudar a las personas a solucionar sus con el consumo de sustancias alucinógenas. En cuanto a la Iglesia, es un tema complicado que también me preocupa mucho. No podemos hablar de la existencia de sectas dentro de la Iglesia (católica, se entiende) porque una característica fundamental de las sectas es su carácter autónomo, independiente. Pero no podemos cerrar los ojos a una realidad terrible: la existencia de comportamientos y actitudes sectarias en algunos ámbitos eclesiales. Eso que el papa Francisco ha llamado “abusos de poder y de conciencia”, que no se limitan a los abusos sexuales ni tienen por qué coincidir con ellos. 


(P): A veces somos vulnerables y en esos momentos aparecen grupos que, bajo una apariencia de ayuda, intentan adoctrinarnos. ¿Cómo detectar a un grupo sectario?

(R): La clave está en esa palabra: “apariencia”. Las sectas se nos presentan con un escaparate atrayente y se adaptan a nuestros intereses y necesidades. Por eso, hemos de tener cuidado, porque todos somos vulnerables. Para reconocer las sectas podemos fijarnos en algunos detalles, que siempre serán difíciles de detectar, por lo sutil de sus técnicas de captación y manipulación. Por ejemplo, la ambigüedad en sus enseñanzas, que pueden mezclar contenidos de lo más variopinto (religioso, espiritual, científico, filosófico…); el intento de aislar a la persona de sus relaciones más importantes, como la familia y amigos; el discurso de separación radical y condena del resto del mundo; la ocupación excesiva del tiempo para invitar a no pensar y no ser crítico o el “bombardeo de amor” inicial que nos hace sentirnos a gusto y no juzgar objetivamente al grupo.

 

(P): Si una persona pertenece a una secta por voluntad propia y se siente feliz en la misma, ¿podemos hablar de libertad en este caso? 

(R): Alguna vez se han referido a los adeptos de las sectas como “los esclavos felices”. ¿Tienen una percepción subjetiva de ser felices, y hasta de ser libres? Por supuesto. El líder y el grupo les han hecho creer que pertenecen a una élite de elegidos, y suelen sentirse incluso superiores a los demás. ¡Son unos afortunados! Sin embargo, un análisis pormenorizado de su situación –que ellos no están en condiciones de realizar, al menos en sus primeras etapas de pertenencia, por estar sometidos a un abuso psicológico grupal– deja claro que no: no son libres. El proceso de captación, conversión y adoctrinamiento los ha llevado allí sin ser conscientes del todo. Podríamos decir que no ha habido un consentimiento informado. Por lo tanto, no hay libertad, porque no han podido decidir lo mejor para ellos, y están sometidos a una presión grupal que dificulta la crítica, la autodeterminación y, por supuesto, cualquier planteamiento de abandono.

 

(P): Las sectas captan cada vez más en el ámbito educativo, sobre todo, en edades tempranas. ¿A qué se debe esto? ¿Cómo se puede prevenir?

(R): El entorno educativo es ideal para la captación sectaria, porque los alumnos están en proceso de construcción de su personalidad, de elaborar una perspectiva sobre el mundo y de forjar una proyección vocacional de su vida. Es un momento de apertura a ideas y personas que se hacen referentes. Unas pueden hacer crecer y madurar al individuo (ése es el propósito de la educación), pero otras pueden hacerlo un sujeto sumiso y controlable. Es un nicho importante para algunas sectas. Esto debe prevenirse con algo que vaya más allá de la información: es urgente la formación, enseñar a usar la razón, proporcionar criterios éticos, enseñar a distinguir la verdad de la mentira… Es decir, nada extraordinario dirigido de forma específica al fenómeno sectario, sino potenciar la verdadera educación.