Sánchez Cabaco: “La socialización, la espiritualidad o la lectura facilitan un envejecimiento saludable”

Envejecer es un proceso (individual y universal), pero se puede optimizar si hay una preparación y adaptación para esta etapa de la vida. La pandemia, la brecha generacional, el aislamiento o las dificultades a la adaptación a determinados procesos tecnológicos obligan a replantear numerosas cuestiones vitales. Estos aspectos, unidos a nuevos avances, son objeto de las numerosas investigaciones del catedrático de la Facultad de Psicología Antonio Sánchez Cabaco.

 

Pregunta (P): ¿Cómo ha afectado la pandemia a la población envejecida?

Respuesta (R): En el proceso de envejecimiento habría que hacer una doble matización: por una parte, cómo ha afectado esta situación a la población mayor que vive de forma autónoma, donde los indicadores sobre los problemas de aislamiento han sido uno de los factores más relevantes. Y, por otro, en cuanto al ámbito de residencias, donde la urgencia y prioridad vital, ha supuesto, lógicamente, que muchos tratamientos, tanto farmacológicos como no, tuvieran que retrasarse, dato que ha incidido en tasas de deterioro en población especialmente vulnerable.

En este sentido, varios estudios señalan que la población mayor que no vive en residencias ha afrontado el proceso de la crisis pandémica con unas habilidades incluso superiores a otros sectores poblacionales; por nuestra parte, además del aspecto más micro de las terapias no farmacológicas trabajamos también en el tema del abordaje de los sistemas de cuidados a largo plazo, especialmente en el tema del buen trato a personas mayores que, evidentemente, supone una de las claves decisivas para dar respuestas a modelos asistenciales eficaces.

 

P: ¿Sabemos envejecer de forma saludable?, ¿considera que la sociedad está preparada para afrontar la vejez de una manera lo más natural posible?

R: Conocemos las claves para un envejecimiento saludable, lo que ocurre es que hay que hacer una labor de educación y sensibilización social importante. Hemos publicado recientemente varios trabajos sobre un aspecto nuclear del envejecimiento activo: la reserva cognitiva. En términos sencillos sería, por ejemplo, tener unos ahorros en una cuenta bancaria para que, en situaciones de crisis, permitan sortearlas de forma mucho más saludable.

De la misma manera, hay claves de reserva cognitiva que tenemos identificadas y son precisamente en las que, en las situaciones más críticas, la probabilidad de tener un deterioro cognitivo u otro tipo de patologías disminuyen. Es una línea de trabajo muy clásica basada en el Estudio de las Monjas, realizado en EE.UU., donde se vio que el análisis post mortem de los cerebros de las personas que conformaban esa comunidad mejoraban con el sentido de pertenencia al grupo, la espiritualidad, la lectura, etc. Se demostró que, a pesar de la afectación biológica, habían mantenido vidas, desde el punto de vista funcional, bastante normalizadas.

Por lo tanto, en procesos de declive en el envejecimiento normal es necesario que estas claves las insertemos en el repertorio de comportamientos, pero no cuando tengamos una edad avanzada, sino que adoptemos una perspectiva completa del ciclo vital y, así, hacer una labor de prevención y de promoción de la salud.

 

P: Actualmente se habla mucho de la brecha generacional, especialmente en el ámbito tecnológico, ¿hacia dónde se enfocan las nuevas tendencias para salvar esa diferencia?, ¿cómo afecta este tema a nivel psicológico?

R: Hace ya diez años planteamos un decálogo para el envejecimiento saludable y las diez brechas más relevantes que, desde el punto de vista social, teníamos que acometer, una de ellas está resultando particularmente visible hoy en los medios de comunicación: la brecha digital.

En términos generales, en una persona mayor su nivel de autoeficacia percibida está en función de un binomio: por una parte, el reto que supone esa tarea de hacer cualquier gestión en un contexto tecnológico que no domina y, por otro, las habilidades de afrontamiento, que lógicamente son menores por estar incluidos dentro de esa franja de lo que llamamos emigrantes digitales, frente a las nuevas generaciones donde la tecnología, evidentemente, es muy fácil para ellos.

En este aspecto, la solución pasaría por implementar un programa de alfabetización digital, donde se afronten esas repercusiones negativas y donde la autoeficacia percibida en la autoestima se pueda modular en buena forma con ese tipo de campañas.

 

P: ¿Cuáles son, bajo su punto de vista, las nuevas salidas profesionales que tienen los titulados en Psicología?

R: Nuestra ciencia y, por supuesto, el ámbito profesional, a pesar de que somos una disciplina joven, ha sido enormemente germinativa para ampliar los tres campos tradicionales: el ámbito educativo, el clínico y el social. Pero, pese a seguir manteniendo esta diferenciación clásica, en cada uno de estos tres campos se han difuminado enormemente las posibilidades en las que interviene profesionalmente un psicólogo.

En el ámbito educativo, todo lo que está relacionado con la alfabetización de sectores poblacionales -como, por ejemplo, el Programa Interuniversitario de la Experiencia- hace que las posibilidades de intervención y de aplicación de programas preventivos se multipliquen.

En cuanto al aspecto clínico, hay una diversificación enorme. Además de seguir manteniendo la necesidad de psicólogos vía PIR en medios hospitalarios, se ha demostrado que en las intervenciones en crisis somos unos profesionales eficaces y necesarios. Ahora, también se está hablando de la necesidad de articular un programa nacional de salud mental donde, desgraciadamente, estamos a la cola de Europa en tasa de número de psicólogos por cada 100.000 habitantes.

Y, en tercer lugar, hay un ámbito social que tiene que ver con los nuevos desarrollos de la psicología profesional en cuestiones jurídicas, psicología policial o, incluso, en temas muy nuevos como los que tienen que ver con la estimulación prenatal, la seguridad vial, la ergonomía cognitiva, etc. Es, por lo tanto, difícil de entender algún ámbito donde no sea pertinente la labor del psicólogo.

 

P: ¿Qué consejo le daría a un estudiante que se plantea estudiar Psicología en la UPSA?

R: La elección de nuestra Facultad es una apuesta por la experiencia, por la solera. Somos, junto a la Escuela de Psicología de la Complutense y Barcelona, una de las tres pioneras de España, por lo tanto, nuestro valor se fundamenta en la tradición, la formación y en la relación personal con el alumno. El consejo fundamental es que hay muchas salidas profesionales, aspecto que se complementa, además, con la obtención de una formación de calidad.

En un momento de debate, donde hay mucho intrusismo profesional, la calidad y solidez de la formación permite ‘combatir’ toda la pseudociencia y la falacia de la autoayuda, que están abismalmente alejadas de lo que es la formación y el desempeño del rol de un psicólogo. La UPSA es la apuesta por una buena formación para un desempeño profesional competente y riguroso abierto a todos los campos señalados.