Jesús Conill Sancho: “Vivimos una crispación social, artificialmente creada, de los flujos de poder”
Su trayectoria profesional es abrumadora, pero su pregunta vital sobre si tiene sentido vivir sin el cariño de los demás, nos da la clave de su categoría personal. El profesor Jesús Conill Sancho, nombrado recientemente doctor honoris causa en Filosofía por la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA), nos ha hecho reflexionar sobre la actualidad que adquieren, cada vez más, los clásicos y su capacidad para apaciguar la crispación que actualmente vivimos. Con casi 50 años de docencia a sus espaldas, más de una treintena de tesis dirigidas y su participación en un centenar de tribunales doctorales, Conill confiesa su sorpresa por el reconocimiento de nuestra institución y nos da una lección de humildad basada en la que aportan los sabios: ofrecer el conocimiento y la distancia suficiente para advertirnos de los nuevos horizontes.

Pregunta (P): Su relación con la UPSA se remonta a hace unas décadas. Ha participado en las Jornadas de Diálogo Filosófico y en tribunales de Doctorado. Además, hace seis años su mujer fue investida Honoris Causa por la UPSA. ¿Qué sintió cuando le comunicaron que sería investido usted?
Respuesta (R): Un inmenso agradecimiento. De hecho, cuando me lo dijeron no lo entendí. Creí que me ofrecían venir a una tesis o a una actividad y al día siguiente de esa llamada, otra persona me dijo: “Oye, ya sabes que…” y le respondí: “No, no sabía nada”. Entonces, pensé: “Esto no es para mí” y me entró una especie de rubor y agradecimiento interior. Esto es un regalo inesperado, un inmenso agradecimiento. Me ha sobrecogido.
(P): Su carrera académica y profesional siempre ha estado vinculada a Valencia, ciudad que siempre ha reconocido su labor docente e investigadora…
(R): Con el tiempo, el trabajo, el cariño puesto en las personas y el intento de formar un grupo de investigación desde Valencia, -junto con Adela Cortina y con la colaboración de la Universidad Jaime I de Castellón, la Universidad Politécnica de Valencia, la Universidad Católica de Valencia o con la Universidad de Murcia-, el objetivo se ha logrado. Es decir, ese círculo que inicialmente comenzó en Valencia se ha ido expandiendo y, sí, en Valencia hemos sido muy bien acogidos también por nuestra presencia en la sociedad.
A través de la Universidad y de la Fundación ÉTNOR -llevamos 34 años-, se ha producido un enriquecimiento mutuo entre la institución académica y otras entidades de la sociedad civil. Para nosotros, desde la ÉTNOR, esto ha sido muy importante porque la Universidad alimenta a la sociedad a la que tiene que servir y la sociedad también enriquece los servicios de la Universidad.
(P): En abril de 2021, recibió el Premio Lluís Guarner por su contribución en la construcción de una sociedad en la que la ética sea un elemento esencial. ¿Vivimos en una España ética ahora mismo?
(R): Depende de a qué ética nos refiramos: la de la mentira, la farsa o la de la falta de seriedad. Si ética es un tipo de “ethos” (en griego antiguo: ἦθος ễthos, cuyo significado es costumbre y conducta y, a partir de ahí, carácter y personalidad) y es la que estamos instaurando, pues es muy lamentable que regresemos a esas malas costumbres y hábitos en la vida pública actual, aspectos que se han deteriorado mucho. Gracias a Dios, la vida personal y grupal todavía no está tan excesivamente contaminada.
Creo que hay una diferencia enorme entre lo oficialista, que instiga y destila esas malas tendencias -lamentablemente-, y la sociedad, que es bastante plural en esto y hay de todo. Es justo y ajustado decirlo. Así, como en otras épocas, desde abajo hacia arriba se generaban unos flujos muy positivos -como por ejemplo en la Transición en un sentido amplio- ahora, los flujos de arriba hacia abajo están bastante pervertidos; no hacen juego con los valores más importantes que hemos instaurado con mucho sacrificio, dedicación y esfuerzo, y es una pena malgastar y despilfarrar un tesoro porque, normalmente, las cosas buenas cuestan mucho, como la confianza, que perderse en un segundo.
En España, tenemos un potencial suficiente para regenerarnos e instaurar las mejores tendencias, que son múltiples. Pero, ¿a cuál favorecer? Si todo el mundo empujara hacia lo mejor, la tendencia predominante sería esa. En cambio, si vamos cayendo en el error de empujar por las malas tendencias: ¿Qué tendencias favorecemos y cuáles no? Ahí es donde está el juego.
(P): ¿Cree que estamos ante un cierto grado de crispación social?
(R): Primero, advierto: ¿La crispación de dónde surge? La crispación puede estar generada, artificialmente creada, que es lo que pasa ahora y ese es uno de los inconvenientes. Cuando la crispación no es lo que surge de abajo, sino que está fomentada por afanes de sacar provecho de ella, es artificial. porque en ciertos medios se busca sacar provecho de esa crispación y ahora está de moda hablar de polarización, que no es otra cosa que el enfrentamiento. Este enfrentamiento a unos les favorece, pero nunca lo hace a favor de la convivencia.
(P): ¿Los clásicos ayudan a la reflexión?
(R): El enfrentamiento en ciertos medios, sobre todo políticos, genera beneficios a los grupos políticos porque así ellos creen que recaban votos, pero eso perjudica a la convivencia. Cuando hay este tipo de enfrentamiento, ir a los clásicos serena, te ayuda a reflexionar a no dejarte someter por esos impulsos artificiales que nos meten por los medios técnicos actuales porque es más fácil influir. Toda la vida ha habido influencias de ese tipo.
(P): ¿Recomienda su lectura?
(R): Recomiendo aquello que me recomendó un profesor cuando estaba en 1º de Filosofía en Valencia: leer a los clásicos. Modestamente, he intentado seguirlo y creo que me ha venido muy bien porque me ha proporcionado la capacidad de la reflexión, del estudio de aquellos que han sido sabios y con la distancia han sabido advertirnos de una anticipación suficiente, con horizonte. Con esta calma y esa serenidad intelectual, la crispación disminuye porque no te dejas crispar por lo inmediato y la inmediatez.
Estoy totalmente de acuerdo en que el estudio y la reflexión de los clásicos nos ayuda a tener una capacidad de reflexión, de horizonte, lo suficiente para defendernos de la mala crispación, incluso artificial, que nos sumerge en un auténtico pantano vital… Los clásicos nos dan una oxigenación intelectual.